martes, 19 de noviembre de 2013

Onel de guzman

                                               Onel de guzman
  
El destino de Onel cambió cuando a los 10 años su familia lo envió a Manila con su hermana Irene, que iba a comenzar estudios universitarios en la capital filipina. Los dos hermanos se asentaron en el distrito de Pandacan, a las afueras de la ciudad.
Y fue allí, mientras los compañeros de barrio pasaban las horas dándole patadas al balón, donde Onel sintió su primer flechazo por el ordenador de su hermana. «Pasaba horas y horas con la computadora, aprendí yo solo a utilizarlo. Me compraba todas las revistas de informática y, cuando éstas me dejaron de servir, empecé a estudiar libros y más libros. No tenía dinero, así que iba todos los días a la Biblioteca Nacional para leer todo lo que podía sobre ordenadores», explica el ídolo perenne de piratas informáticos del mundo entero A los 15 años Onel comenzó a estudiar en un instituto parroquial donde los curas, en un alarde de modernidad, acababan de instaurar la clase optativa de informática. Onel tuvo así la oportunidad de enseñar lo que había aprendido a sus profesores -que no viceversa- antes de terminar sus estudios con las mejores notas y preparar el camino para estudiar en la prestigiosa escuela de informática AMA.
«Por entonces creo que pasaba entre 12 y 16 horas al día frente a la pantalla. A veces no dormía, estaba obsesionado, el poco dinero que tenía me lo gastaba en nuevos programas, tenía que encontrar una forma de utilizar la Red sin gastar», recuerda Onel, que habla en un tono suave y con la cabeza gacha, como un niño al que le acaban de regañar.
El acceso a Internet cuesta en Filipinas cerca de 370 pesetas a la hora y Onel se las ingenió para que fueran otros los que pagaran su cuenta. Aprendió a robar códigos de acceso y a utilizar las cuentas de otros usuarios de la Red. «Es como un juego de niños», dice sobre su facilidad para descubrir claves secretas :actualmente duerme. Desempleado, sin un duro en el bolsillo y mantenido por su novia, este joven de 24 años con problemas de acné y pelo en punta ha accedido a contar su historia a CRONICA, no sin antes tratar en vano de sacar algo de dinero. 

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